
Mientras caminaba el otro día por ése lugar, vi en la vitrina una maquina de escribir antigua, me dije sin pensarlo que cuando el dinero sobrara, compraría una.
Para escribir a ver si con el repiqueteo de cada letra, el cerebro y por qué no el corazón un poco, agarran un ritmo más definido.
Llegó el momento de poner discos lentos y de lluvia.
Pues por fin podemos sentarnos a mirar como el invierno pasa.
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